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La marca

Ona Dance nace por la pasión al arte del movimiento y el amor a la costura. Una marca de ropa deportiva de pole dance que se centra en la funcionalidad de las prendas sin perder su estética sofisticada.

La disciplina originada por acrobáticos asiáticos ha tenido que esperar mucho tiempo para haber sido reconocida internacionalmente como un deporte. Y para nosotras es mucho más que eso.

El pole dance es arte. Es volar. Es desarrollar movimientos de manera personal que te permite reinventarte cada día. El pole dance es fuerza, sensualidad y superación. Y en Ona Dance queremos transmitirlo.

Nuestra misión es dar a nuestras atletas prendas con las que puedan alcanzar su máximo potencial tanto deportivo como artístico.

Hechas por y para pole dancers. Diseñamos para toda mujer; para que encuentre su artista interior y lo pueda mostrar de una manera elegante sin perder la comodidad.

 

Ona Dance es una marca prometedora de Barcelona que opta por una manera de trabajo ético y nos enorgullece mostrarlo de forma transparente.

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La historia

Soy Jess y este proyecto empezó antes de lo que os imagináis. Desde que tengo uso de razón mi madre se pasaba horas en la máquina de coser porque yo encontraba mil y una razones para disfrazarme en la escuela.

Lo único que cambió con los años es que en lugar de disfraces, le pedía que me cambiara el armario cada temporada.

Mi mamá se llama Mari y es una de las personas más bondadosas y trabajadoras conozco. Ninguna de las dos se imaginó que después de tantos años jugando al sastre, tendríamos la oportunidad de juntar nuestras pasiones y compartirlas con el mundo.

Recuerdo la primera vez que vi a una pole dancer; en un club de Gold Coast, en Australia. La vi caminar hacia la barra, me giré por unos segundos y cuando la volví a buscar ella había subido 3 metros. Me quedé tan impresionada que no me lo pude sacar de la cabeza. Un año después, decidí por fin apuntarme a mi primera clase de prueba.

Como muchas jóvenes, crecí con la idea de que había algo malo con mi cuerpo. El día que decidí apuntarme a aquella primera clase llevaba años luchando contra mis autocríticas, contra las dietas y contra utilizar el ejercicio como forma de adelgazar. Estaba cansada de querer un cuerpo perfecto que, ahora sé, no existía. Mi objetivo aquel 8 de septiembre del 2017 era simple; si era capaz de estar delante de un espejo durante 1 hora y media con mínima ropa, acabaría acostumbrándome y aceptándome. Parece insignificante ahora, pero esa decisión cambió mi vida.

 

Fueron unas primeras clases difíciles; evitaba mirarme al espejo y nunca grababa mis movimientos. Sin embargo, esa actitud de rechazo hacia mi cuerpo duró poco. El entusiasmo, la alegría, la pasión por este deporte opacaron todos mis miedos. Sin darme cuenta había dejado de criticarme por como lucía, para celebrarme por lo que lograba en la barra cada sesión. Sin darme cuenta amaba un deporte por darme fuerza y no por hacerme adelgazar.

 

Es difícil explicar por qué tantos describimos el pole dance como terapia; la sensación de volar, de crear, de ser arte… Yo sé que sin aquella clase de prueba en Pole Dance BCN, ahora mismo no estaría cumpliendo mi sueño junto a una de las personas más importantes en mi vida.

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